Vrësno - Carolina Sarmiento

 




“Ojalá lograra plasmar mi inquietud en una canción. Una sola capaz de capturar lo indecible. Hasta el momento todo son disparos fallidos y la única manera que encuentro de avanzar es con este testimonio”


Toda búsqueda parte de una huida, de una necesidad. A veces se huye de lo que se es y se busca lo que se quiere ser. Porque tiene que haber un lugar en el mundo donde todo encaje. Donde nos permitan ser nosotros mismos y todo sea perfecto. Donde hallemos inspiración, se elimine lo superfluo, lo accesorio, y podamos ser felices. Pero ¿Y si no existe ese lugar o no está donde creemos? ¿Y si el precio a pagar por encontrarlo es demasiado alto? Cada decisión conlleva consecuencias. Cada fracaso, frustración. Para nosotros y para quienes arrastremos en la búsqueda. Y a veces no hay marcha atrás. Hay senderos por los que no se puede retroceder.

“Qué nos une con un pasado que no es nuestro”

Stanis no sabe demasiado sobre sus padres. No tiene madurez suficiente para formular las preguntas adecuadas cuando marchan a vivir lejos de la ciudad. Buscan paz, seguridad. Un lugar donde su madre encuentre inspiración para escribir como Stanislav. Como el gran Stanislav. Y su padre, tal vez consciente del error que están cometiendo e incapaz de frenar a la mujer que ama, intenta ser el escudo de una niña a la que están marcando de por vida y a la que anima a encontrar su vía de escape a través del arte. Su propio lugar en el mundo, lejos de ellos.
Pero, en realidad, esta historia no empieza así. Empieza por el final. Por el terror que produce Vrësno, una población que no figura en los mapas y en la que casi nadie cree. Por el relato que la famosa cantautora Stanis Otief escribe para llegar, tal vez, a una verdad que teme enfrentar. ¿Por qué la alejaron? ¿Por qué se alejó? ¿Lo hicieron para salvarla? ¿Pudo ella, de haber comprendido a tiempo, haber ayudado a sus padres? Este relato es el intento de una artista por encontrar, a través de la literatura que tanto amaba su madre, las respuestas que no pudo encontrar a través de la música que le descubrió su padre.

“No hay lucha más agotadora que aquella contra una misma”

Carolina Sarmiento da un fuerte giro a su literatura y se aleja de la luminosidad de Tarada para sumergirse en la oscuridad y el terror psicológico con Vrësno, su segunda novela publicada. Pero, en contra de lo que pueda parecer, no estamos ante obras antagónicas. Las dos son historias de búsqueda. Tal vez sean las dos caras de una misma moneda y esta la cruz, pues su intensidad, la rotundidad de sus frases y el dolor que su protagonista nos traslada, nos hace intuir que no todos los ejercicios de autoconocimiento conducen a un destino apacible.
Y es que la prosa de la autora asturiana es pulcra y medida. Algunas veces cortante y otras con la musicalidad de los versos. La ideal para imbuirnos de la desesperanza de Stanis, una mujer llena de talento y sensibilidad que ha tratado (sin éxito) de plasmar sus inquietudes y encontrarse a sí misma a través de las letras de sus canciones.

“Si existe la música es para agitar sentimientos”

Vrësno, de existir, debe ser un paraíso para sus habitantes, los Zalea. Pero no para quienes no son de allí. Porque cualquier ser vivo fuera de su hábitat se convierte en una presa fácil. Y a veces, estar más apegado al campo, a la tierra, a lo natural, no hace más sencillos a los hombres. A veces, al igual que los niños a los que la sociedad no ha domado, quienes viven apartados y rodeados sólo por los suyos, son los más salvajes.

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Magallanes y Elcano: más allá del horizonte



Juan Galatas ha conseguido algo muy difícil. Plasmar, en sólo cien páginas, una historia épica de lucha y sacrificio que no debemos olvidar: la primera circunnavegación de la tierra. Y lo ha hecho apoyándose en una profusa documentación, sin olvidarse de ningún episodio significativo ni dulcificar desgracias, errores o crueldades, que de todo hubo en esta odisea del siglo XVI.


Sus ilustraciones, maravillosas acuarelas de estilo naíf, son el vehículo perfecto para sumergirse en la aventura, enamorarse de los azules del mar y el cielo, y temer los rojos del fuego y la sangre.


En cuanto a la narración, es original y fluida. Cada pasaje es relatado por uno de sus protagonistas (como si de un documental se tratase) y esto, lejos de hacer más fría la historia, consigue que nos acerquemos a ella desde distintos puntos de vista. Además, entre capítulo y capítulo, podemos encontrar citas a documentos históricos relacionados y versos de algunos de los poetas más grandes de nuestra historia.


Galatas ha decidido encargarse de todos y cada uno de los detalles (maquetación incluida) de esta, su primera obra. Y el resultado es un excelente cómic, bastante personal, que destila amor por la historia.
Esperamos que Magallanes y Elcano: Más allá del horizonte, no sea la última aventura que tenga a bien redescubrirnos este dibujante madrileño.





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Entrevista: Ismael Orcero Marín

 




H – Dime una cosa, Ismael ¿Sangran los demonios? ¿Son inmortales?

I - Pues depende. Imagino que los que sangran son los que llevamos dentro porque lo hacen con nosotros. Como su vida está ligada a la nuestra, mueren el mismo día que nosotros. Por lo que esto último responde a la segunda cuestión. (He de decirte que no esperaba salir tan bien de esta pregunta).

H - Pues yo no tenía ninguna duda.

Ismael Orcero Marín es un autor de raza. Uno de los pocos que tienen el valor necesario para sumergirse en el realismo más áspero y abrir en su base una puerta a lo fantástico. Sus historias no son siempre amables, pero atrapan a sus lectores y les conducen a lugares insospechados dejando en ellos una huella indeleble.

Deuda de sangre es su última novela publicada. Una historia intensa y desgarradora a caballo entre el realismo mágico, el western y el terror. Con ella ha pegado un golpe sobre la mesa y ha reivindicado su derecho a ser reconocido entre los mejores autores de nuestro panorama literario actual. Trataremos, mediante esta entrevista, de descubrir por qué disfruta tanto arrebatándonos el aliento y la esperanza.

H - Querer contar historias suele ser consecuencia de una necesidad vital. ¿Qué te aporta la literatura a nivel personal y de dónde surgió la inspiración para una obra tan dura como Deuda de sangre?


I - Desde joven, para mí, la literatura fue algo vital como lector. Sin embargo, un día apareció el Ismael “escritor” y las historias comenzaron a asaltar mi cabeza. Historias para un cuento o para una novela, como este último caso. Así que, aunque muchas veces he tenido periodos de silencio en los que no he escrito nada, de pronto, me han asaltado historias que se han desarrollado en mi cabeza sin ningún esfuerzo. Han aparecido como algo natural que he tenido que dejar salir.

Con esta novela pasó algo similar. Estábamos en el confinamiento, y para pasar el rato escribí un montón de cuentos de terror muy cortos, entre los que había una historia de unos cazadores que iban en busca de un animal. Pasaron los meses, nació mi hijo y en los días de permiso de paternidad, con tanto tiempo muerto entre biberones, la historia empezó a desarrollarse en mi cabeza más allá de las dos o tres páginas del cuento, con varios secundarios y una historia detrás de los protagonistas que daba lugar a la narración principal. Por aquel entonces estaba con otra novela, que abandoné para escribir Deuda de sangre y a la que, por cierto, no he vuelto a regresar pese a tener más o menos la mitad de un primer borrador.

H - Hablemos de tus protagonistas: Andrés, que vivió una guerra, cree que lo ha visto todo y emprende un viaje de venganza confiando en su experiencia. Juan, su hijo, le acompaña esperando vivir la aventura de su vida y convertirse en un hombre. En anteriores obras has explorado el inevitable conflicto generacional, pero aquí, la relación paterno filial es bastante modélica en muchos aspectos. ¿Puede ser la tragedia un lugar de entendimiento para las distintas generaciones?

I - Sin duda, ¿Cuántas familias hacen frente común cuando sucede una desgracia? Al final, los recuerdos compartidos de una infancia (con las luces y sombras de cada casa) y las enseñanzas de padres a hijos (las buenas y las malas) son las cosas que perviven en el tiempo. De alguna manera, por nuestra cultura, tenemos una idea muy clara de nuestra relación con los deberes que tiene una familia. De hecho, en la novela, trato de plasmar esas obligaciones, a través de lo que se puede entender como el honor de un apellido importante o de los deberes que se pueden inculcar desde el púlpito de una iglesia. Juan intenta tomar el papel de su padre, pese a que si tuviéramos la oportunidad de preguntarle nos respondería que le apetece hacer justo lo contrario.


H – El camino por el que arrastras a tus protagonistas (y, por tanto, a tus lectores) está sembrado de buenas intenciones. Sin embargo, pareces empeñado en recordarnos que no todas las buenas acciones tienen el final deseado. ¿Tan incapaces somos de controlar nuestras propias vidas?

I - Los protagonistas de la novela se mueven en un territorio hostil, donde las leyes que rigen el lugar del que vienen ya no tienen cabida. Ese es otro tema de la novela: nuestras creencias, nuestras leyes e incluso nuestras herramientas no sirven de nada para controlar nuestra existencia. Tal vez, por estar entrando ya en la mediana edad, piense mucho en el destino y en cómo todo escapa a nuestro control. Y tal vez, de tanto pensar en ello, se haya trasladado a las cosas que escribo.

H – Me he esforzado por encontrar personajes secundarios que no me decepcionasen y no lo he logrado (aunque comprendiese sus motivaciones). Algunos por cobardes o egoístas. Otros por miserables. ¿Te has empeñado en arrebatar toda esperanza al lector? ¿Has diferenciado conscientemente a Andrés y Juan del resto para amplificar lo titánica de su tarea, o ese universo hostil e inmisericorde en el que les sitúas ha surgido de tus propias emociones?

I - Bueno, era una idea que me rondaba la cabeza. El tema central de la novela es que uno, cuando se enfrenta al mal, tiene que convertirse en algo peor si quiere derrotarlo. Quería que el contraste se viera claramente porque los protagonistas vienen de un mundo que es dócil y lleno de comodidades, donde vive una comunidad que se ayuda. Sin embargo, cuando llegan a la otra cara de la sierra, se encuentran que ese lugar es justo lo contrario a lo que son e inevitablemente, para sobrevivir, tienen que corromperse.

H - Colmillón es un ser malvado que va dejando un rastro de sangre y sufrimiento. Parece que no hay nada humano en él. ¿Cómo surgió este personaje?

I - Quería un personaje que fuera la encarnación del mal, pero que no tuviera un rostro en el que nos pudiéramos fijar. Algo así como alguien que sabemos que está presente, pero porque lo tenemos continuamente en la cabeza al temer que aparezca. De hecho, en la novela se ve que no es a él al que debemos temer, sino a la influencia que ejerce sobre los otros. Por eso me pareció tan atractiva la idea de que no estuviera presente como un enemigo al que enfrentar, sino como algo que está lejos de nuestro alcance y a lo que no podemos llegar porque los que están a su alrededor nos lo impiden.


H – De hecho, haces que lo veamos todo desde el punto de vista de los habitantes del pueblo o de el de los errantes, nunca desde el suyo. No nos ofreces pistas sobre sus motivaciones y nos lo muestras como un animal que busca únicamente su satisfacción personal. ¿Pueden llegar a ser justificables sus actos? ¿La distinción entre el bien el mal es siempre una cuestión moral o puede ser una cuestión práctica?

I - Bueno, en este caso es una cuestión práctica. El mal es el único camino que se puede escoger en un lugar así, tan salvaje donde los principios morales no tienen ningún sentido. Se trata de sobrevivir en la tierra, no en el Cielo. Por lo tanto, las motivaciones son las de cualquier animal.

H – ¿Y qué me cuentas de los errantes? Son un pueblo con un gran magnetismo. Los llaman gitanos por su estilo de vida nómada, pero en ellos hay mucho más; algo diferente. Algo temible que abre la puerta a otras realidades. Y los has imaginado libres, sin someterse a nuestras leyes ni a nuestra moral. Para ellos, lo único importante es la supervivencia. ¿Puede ser eso algo reprochable? ¿No es esa la única ley natural?

I - Bueno, realmente son unos gitanos más literarios que reales. Digamos que cogí a esos gitanos que aparecen en las novelas góticas del siglo XIX y los “españolicé”. Intenté darles un pasado en el que, supuestamente, pudieron relacionarse en armonía con ese espacio en el que viven hasta la llegada de Colmillón, que hizo saltar por los aires todo código moral y que, por esa circunstancia, tuvieron que acercarse a prácticas ancestrales y prohibidas.

H – Esta historia discurre por caminos llenos de polvo que conectan pequeñas poblaciones y asentamientos rurales. María la de los sapos, madre de Colmillón, es una bruja. En la segunda mitad de la novela nos muestras otro personaje a cuyos hechizos y encantamientos se recurre para tratar de salvar una vida. ¿Crees que existen o existieron las brujas? ¿Tendrían cabida en nuestras ciudades del siglo XXI?

I - Bueno, esta es una pregunta recurrente en presentaciones y entrevistas, porque muchas de mis publicaciones toman elementos folclóricos como inspiración. Es uno de mis temas favoritos y es algo que, sin querer, llevo a muchas de mis narraciones. Creo que seguimos confiando más en el Más Allá que en el progreso científico. Por lo tanto, las brujas, falsas a los ojos de la ciencia, toman una dimensión real porque nosotros se la damos en nuestra narración personal. Yo vivo en un pueblo donde todavía hay muchas tradiciones asociadas a la naturaleza y a la vida rural, y generación tras generación, por la narración de hechos fantásticos que se ha hecho en casa, se siguen tomando como ciertas muchas de las cosas que hacen algunas mujeres a las que se podría catalogar como brujas.


H – Muchos pensamos que tu literatura, tan proclive a añadir elementos fantásticos a la realidad más descarnada, está influenciada por autores del boom latinoamericano como Rulfo o Borges. ¿Estás de acuerdo con esta afirmación? ¿Qué opinión te merece el nuevo boom latinoamericano de autoras de terror y ciencia ficción?

I - Pues he de decirte que es totalmente cierto. Sin los autores de Boom y de la literatura de América Latina, quizá no habría llegado a escribir algo publicable. García Márquez, José Donoso, Juan Rulfo, Carlos Gardini… Fueron una gran influencia a la hora de empaparse de influencias. Sin embargo, en mi literatura también hay cierto poso popular. Los escritores Pulp, aquellos que publicaban en revistas, me fascinan. Ray Bradbury sobre todo, por la forma en que dotaba de poesía a sus historias.

Con respecto a la nueva generación de autoras que poco a poco nos han ido llegando (aunque lo de nueva habría que ponerlo entre comillas, porque muchas se han consolidado), resulta fascinante ver cómo se han atrevido a hacer cosas que a nosotros, los españoles, ni se nos pasaban por la cabeza, dignificando el género frente a la literatura realista que llena los escaparates de las librerías. He leído sobre todo a Mariana Enríquez, por ser quizá la más conocida, pero también está el caso de Liliana Colanzi. Hace una década nadie daría un duro por ese tipo de literatura y mira ahora, ambas con un premio muy importante debajo del brazo.

H – En cuanto a la literatura fantástica española, parece que lucha por reivindicarse tras décadas de marginalidad. ¿Cómo ves el presente y el futuro en ese sentido? ¿Crees que nuestros autores están, en cuanto a calidad, a la altura de los extranjeros con los que los grandes sellos copan el mercado?

I - Esta pregunta enlaza con lo que hablábamos antes. La literatura que ha llegado desde Sudamérica, además de para hacernos disfrutar, ha servido para quitarnos los complejos en cuanto a que la literatura fantástica también puede formar parte de la gran literatura. Pienso en autores como Luis Manuel Ruiz, Ángel Olgoso o Juan Jacinto Muñoz Rengel que han conseguido fusionar estilos y fuentes muy dispares para hacernos llegar grandes obras. Pero también me vienen a la cabeza sellos que nos han traído a autores que han optado por practicar un género fantástico más puro, como el que viene del mercado anglosajón. Es cierto que estos últimos, en ocasiones, han adoptado las fórmulas de escritores conocidos como Stephen King o Clive Barker, pero dotándolos de un sello propio, más europeo y por tanto más reconocible. Han trasladado ese modelo de historias a personajes y escenarios de aquí, lo cual ha hecho sus narraciones más familiares para los lectores y han conseguido que, en muchos casos, nos decidamos antes por una obra escrita por autores españoles que anglosajones.


H - Tú mismo has publicado obras con editoriales tan dispares como Boria ediciones, Applehead Team y ediciones El Transbordador, así que probablemente conoces el panorama editorial actual a fondo. ¿Crees que tantos sellos pequeños lograrán sobrevivir en un mercado cuyas leyes dictan los grandes grupos editoriales? ¿Qué te llevó a publicar esta última novela con la Escuela Audiovisual Master D?

I - Los sellos pequeños tienen una guerra muy difícil que librar, ya que muchas veces se basan en la fidelidad de sus lectores al no tener la maquinaria de promoción de los grandes. Su baza es esa, que mantienen una relación íntima con sus seguidores. Sin desmerecer el trabajo de nadie, hay que decir que estos sellos ofrecen en la mayoría de los casos obras de mayor calidad que los grandes grupos. Esto es un negocio, es evidente, pero las motivaciones de estos editores muchas veces es la confianza en que una obra de calidad merece la oportunidad de llegar a sus lectores porque va a satisfacer el gusto de estos. Un sello grande, sin embargo, se basa en intereses puramente comerciales y de ahí que veamos como muchas veces un autor publica una obra menor, aprovechando el viento de cola de un éxito que tuvo con una publicación anterior.

Con Master D fue algo fortuito y un caso parecido al que acabo de describir. Darío Vilas, el director editorial del sello, había leído una versión de la novela en su momento y le había gustado. Quería poner en marcha el proyecto editorial de la escuela y me invitó a participar. En manos de Darío, sabía que la novela no se iba a publicar de cualquier manera y que iba a llegar a lectores que no había podido alcanzar hasta ese momento con otras publicaciones. Por otro lado, la publicación forma parte de un proyecto encuadrado dentro de la formación de escritores y es algo que me resultó también muy atractivo. No concibo las relaciones del mundillo literario como un club donde la vanidad sirve de carné, sino que creo que es importante compartir con otros tu experiencia, porque enriquece mucho al que se está formando que alguien, que ha recorrido su camino antes, le pueda explicar aquello que se fue encontrando en su caminar. Por otro lado, al autor que ya ha recorrido cierto trecho, como es mi caso, también le enriquece saber de las inquietudes que tienen otros y de cómo los gustos de los lectores, que al final son los que se deciden a escribir, se van encaminando de acuerdo a los tiempos que a uno le ha tocado vivir. A veces, esto último se desconoce, al estar encerrado delante de un teclado todo el día.

H - Desde luego, tanto la portada como la edición son magníficas. Enhorabuena.

I - Gracias, aunque la enhorabuena hay que dársela a la ilustradora, Diana Escribano Henarejos. Su talento es inmenso y de ahí que siempre que tengo oportunidad de trabajar con ella no me lo piense dos veces.

Es importante encontrarte con este tipo de artistas que complementan lo que haces. Un error muy común es creerte dueño del libro que se va a editar, cuando solo lo eres del texto. Hay que confiar en los ilustradores porque son los que dominan el lenguaje de las imágenes y son los más indicados para crear un complemento a nuestro texto, para que el libro al final sea un producto atractivo. En el caso de Diana, ya no solo es su experiencia o buen hacer, sino la intuición a la hora de extraer la imagen más representativa del ambiente que envuelve a la historia.

H - Resultaste finalista del XIX Premio Setenil al mejor libro de cuentos publicado en España por Teatro Fantasma. ¿Cómo te sentiste al rozar con los dedos este galardón? Es evidente que algunos premios literarios pueden suponer un tremendo impulso a la carrera de un escritor. ¿Qué concesiones, en cuanto estilo o temáticas, estarías dispuesto a hacer para obtener alguno de los más prestigiosos?


I - Lo del Premio Setenil fue una pasada. Recuerdo que Luis, el editor de Boria Ediciones, me dijo que iba a presentar el libro al Setenil a pesar de ser una obra tan particular (su forma admite a la vez la lectura como libro de cuentos y también como novela) y recuerdo que le dije que no se molestase, que iba a ser una pérdida de tiempo. Aquello fue en octubre de 2021, y en septiembre del año siguiente resultó finalista del premio más importante a nivel de cuento que hay en España. Para mí, tuvo un efecto “espiritual”. De pronto recibí la paz interior de saber que lo que hacía era tan bueno como para estar entre los diez mejores libros de cuentos publicados en España ese año, después de tantas horas delante de un teclado, rechazos por parte de editoriales y manuscritos en un cajón. Eso me dio mucha tranquilidad a la hora de afrontar nuevos proyectos, ya que los abordé con más seguridad.

En cuanto a las concesiones a la hora de escribir, pues te puedo contar una anécdota.

Hace años envié un manuscrito a una editorial. La novela le gustó al editor, pero decía que le faltaba algo. Me invitó a hacer ciertos cambios, bajo la promesa de ser leída de nuevo. Así lo hice, porque los cambios me parecieron idóneos para darle un aire más atractivo al texto. Sin embargo, cuando recibí la respuesta tras una segunda lectura, me volvió a decir que la novela seguía sin convencerle. Meses después acabó publicándose en otra editorial. He de decir que me enfadé mucho con el primer editor, pero si no me hubiera animado a modificarla, no le habría gustado al segundo. Lo que quiero decir con esto es que no somos genios absolutos y muchas veces un consejo de alguien experimentado puede mejorar muchísimo lo que has escrito. No obstante, hablo de concesiones menores, que no afectan al espíritu de la obra. Siempre que hablo de este tema con alguien, digo lo mismo: hay que sentirse cómodo con lo que se escribe, sacar la historia que te ha llegado tal y como es. Luego se pueden hacer pequeños ajustes para que fluya, pero la obra tiene que ser escrita como se concibió en tu cabeza.

H – ¿Algún consejo para quien sueñe con convertirse en escritor/a?

I - Pues el primero es fácil: leer. Eso es fundamental. Uno se hace escritor porque antes ha sido lector. Y ya, si quieres escribir, pues escribe. Hay mucha gente que quiere escribir, pero por dudas o por falta de confianza lo va dejando. Hay que intentarlo, y después ya veremos lo que sale.

H – ¿Qué puedes decirnos de tu próxima novela?

I - Lo siguiente que va a salir es toda una sorpresa incluso para mí, ya que me alejo de las cosas que he hecho anteriormente. Dentro de poco, se publicará Penitencia, una novela negra con la editorial Cosecha Negra Ediciones. He de decir que supuso un reto adentrarse en un género que nunca había tocado. Es una novela que rinde homenaje al cine de acción de los años setenta y ochenta. En el texto está Sam Peckinpah, pero también el cine de videoclub. Sinceramente, creo que el que se atreva con ella se lo va a pasar muy bien.

H – Pues soy muy fan de Sam Peckinpah, así que ya tengo ganas de leerla.
Recomiéndanos un autor o autora. Sólo uno/a.

I - Ha habido muchas obras, que me han hecho escribir como escribo, pero si me tengo que quedar con un autor es Carlos Gardini. Fue un autor argentino de literatura fantástica y ciencia ficción. He tenido auténtica devoción por sus libros. Y aunque he ido puliendo mi estilo, creo que su influencia continúa asomando de vez en cuando, como en Deuda de sangre.




Ismael Orcero Marín nació en Cartagena en 1978 y actualmente reside en Molina de Segura. Trabaja como ingeniero técnico naval y es autor del libro de cuentos El fin del mundo (2018), de la novela juvenil Historias de una ciudad inundada (2018) y de las novelas El tesoro de Jacinto Montiel (2019) y Los soldados del Cielo (2022). También ha publicado el libro de memorias Teatro Fantasma (2021), con el que resultó finalista al XIX Premio Setenil al mejor libro de cuentos publicado en España.

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Los penitentes - J. E. Álamo

 



Los santos no pueden combatir en una guerra. Los demonios tampoco pueden exponerse a ser aniquilados. Cuando la confrontación es eterna no se aspira más que a conservar un equilibrio. Cada enfrentamiento se torna en juego de estrategia, en una partida cuyos peones pueden ser capturados o sacrificados. ¿Y qué mejor peón que alguien dispuesto a hacer cualquier cosa por aliviar su conciencia? ¿Hay mejor soldado que quien asume órdenes y padecimientos como parte de la inevitable penitencia en el camino a la purificación?

Cada batalla se desarrolla en una zona gris. La misma por la que se mueven las almas que ambos bandos ansían y entre las que se infiltran agentes de la luz y la oscuridad. Y estos, ignorantes de la trascendencia de sus actos, poco pueden hacer en solitario. Son seres derrotados, víctimas de sus propios errores que han sido reclutados, por uno u otro bando, en función a su propensión al bien o al mal y que habrán de encontrarse y aliarse para ser más fuertes. Convertirse en manada para enfrentar a la jauría.


Los penitentes es un magnífico cruce de novela negra y terror. Una historia que advierte sobre su crudeza desde los primeros párrafos, pero que resulta imposible dejar por lo perturbadores y temibles que resultan algunos de sus personajes. Página a página, giro a giro, se va oscureciendo y arrastrando al lector por escenas repletas de sangre y sufrimiento. Quien se sumerja en la trama no tendrá otro remedio que devorar cada capítulo intentando completar los pequeños huecos que el autor va dejando. Y es que J. E. Álamo es un agente del caos. Un trilero que hace moverse a sus personajes para que nos concentremos en sus siguientes pasos y así no seamos capaces de ver la totalidad del cuadro que tenemos ante nuestros ojos.

¿Cómo distinguir a los justos de los malvados? ¿Cómo diferenciar la enfermedad de la perversidad? Esta es una guerra en la que todos podemos ser capturados o sacrificados. Cualquiera de nuestras decisiones puede conducirnos al cielo o al infierno, pero si caemos antes de demostrar cuál es nuestro sitio, tal vez seamos reclutados. ¿Queréis combatir del lado del bien? Pues recordad que, para hacerlo, no se puede ser un santo.

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Gutterson - Francisco Guerrero

 



El hambre, la opresión y la falta de oportunidades, suelen ser los principales ingredientes en el caldo de cultivo de una revolución popular. Sin embargo, para que las masas puedan alzarse, deben poner nombre y apellidos a quienes consideren culpables de su situación. ¿Cómo sublevarse contra un enemigo sin rostro?

La burocracia puede convertirse en el arma perfecta. Si la única vía de reclamación legítima se torna en un laberinto, muchos renunciarán a adentrarse en sus vericuetos. Más aún si no tienen la certeza de poder encontrar a alguien que los comprenda. Ya es demasiado fácil caer en bucles infinitos de webs y contestadores que derivan a otros links y extensiones, pero jamás ofrecen la posibilidad de ser escuchados. Sabemos que aún hay seres humanos detrás de cualquier entramado administrativo por kafkiano que nos parezca, pero ¿Cuánto tardaremos en sustituir a esas personas por IAs y Chatbots? El día que la tecnología ofrezca un escudo infranqueable a quienes ostentan el poder, estos se volverán invisibles y, por tanto, invencibles.

¿Y qué ocurriría si incluso la justicia fuese administrada por un algoritmo, si se prescindiera de jueces, abogados y periodos de instrucción? La ejecución de sentencias, administradas con carácter inmediato sin posibilidad de apelación antes de sufrir el castigo, podría convertirse en el instrumento represivo más efectivo de la historia.


Gutterson vive en el infierno, porque eso es en lo que se ha convertido la Tierra: un lugar contaminado y sin recursos en el que incluso la seguridad ciudadana ha sido privatizada y es dirigida por inteligencias artificiales. Él es un UrbanPax, un agente de proximidad que, sobre una bicicleta eléctrica, combate el crimen y ejecuta sentencias. No lo hace por vocación. Lo hace porque es el único camino que puede tomar para conseguir un pase a Titania, el nuevo paraíso. Sin embargo, su sueño parece alejarse cada vez más hasta que, en un giro del destino, le surge la oportunidad de encontrar a una joven que ha sido secuestrada. La tarea no será fácil; una carrera contrarreloj en la que desconoce lo que realmente está en juego. Pero está dispuesto a jugárselo todo, porque empieza a asumir que no tiene nada que perder.


Un desconocido Francisco Guerrero se alzó, en 2018, con el Premio UPC gracias a esta entretenida distopía apocalíptica de vocación ciberpunk. Una refrescante novela cargada de acción, denuncia social y reminiscencias pulp.
Narrada en primera persona por un “Juez Dredd” desprovisto de épica y frialdad, nos traslada a un futuro en el que la humanidad, enferma, hambrienta y desesperada, sueña con tener la posibilidad de concebir hijos sanos o los créditos suficientes para garantizarse un futuro en las colonias. Titania es su esperanza, un lugar hermoso y perfecto que nadie ha visto, pero en el que todos quieren creer.

Guerrero logra recrear, en muy pocas páginas, un universo sucio y decadente, sometido por tecnología carente de mantenimiento y asfixiado por la falta de recursos. Un planeta que no le importa ya ni a quienes lo habitan y que sirve como fuente de mano de obra barata para quienes, después de destruir nuestro mundo, se han creado otro a su medida a millones de kilómetros de distancia.


En MedCity solo hay sufrimiento. El de la agonía por una lenta extinción y el que provoca el brazo armado del sistema; funcionarios oprimidos y explotados que, salvo algunas excepciones, solo quieren escapar del infierno. ¿Acompañaréis a Gutterson en su noche más larga? ¿Le ayudaréis en su investigación o trataréis de verle caer? Recordad que él también es víctima del régimen que ayuda a mantener y que es imposible rebelarse cuando nadie sabe quién se esconde detrás de los algoritmos.

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Deuda de sangre - Ismael Orcero Marín

 


Algunas bestias, las más salvajes y abyectas, pueden ser confundidas con demonios. Y esos demonios, para quienes no se atienen a las leyes de los hombres que ocuparon las tierras que antaño les pertenecieron, son indistinguibles de dioses crueles que cobran tributos de carne y sangre por caminar junto a ellos y retrasar, tal vez, su extinción.

Los dioses son inmortales. Aunque hayan nacido de mujer. Aunque sangren y engendren descendencia. Pero no los demonios; estos pueden morir. Han de morir. Y junto a ellos toda su estirpe. ¿Y quién decide si un mismo ser es una cosa u otra? ¿Cómo van a ponerse de acuerdo quienes tratan de vivir al amparo de la civilización y quienes, conservando ritos y credos paganos, solo obedecen la ley de la supervivencia? Unos y otros están condenados a enfrentarse, aunque tengan algo en común: el miedo a la bestia.


Colmillón, hijo de María la de los Sapos, nace tras una guerra en la que no hubo vencedores. Los habitantes del pueblo ven en él a un monstruo ¿Qué podría engendrar una bruja sí no? Nadie toma medidas. Nadie acaba con su vida. Tal vez por los favores que se le deben a la madre. Tal vez porque matar a un niño nunca fue fácil. Pero cuando se muestra, más allá de su aspecto físico, como un ser vil y cruel, es demasiado tarde. Demasiado poderoso. El rastro de sangre y dolor que va dejando es cada vez más grande y terrorífico. Solo Andrés, antiguo capitán del ejército, y su hijo Juan, tienen el valor suficiente para salir a darle caza.


Deuda de sangre es una novela intensa y desgarradora. Una historia a caballo entre el realismo mágico, el western y el terror, que atrapa al lector y le hace transitar por caminos de polvo, sufrimiento y desconfianza. Caminos repletos de buenas intenciones que conducen inexorablemente al infierno. Y es que su autor, Ismael Orcero Marín, ha decidido erigirse en nuestro Caronte literario y con prosa ágil, rica y elegante, guiarnos hasta un lugar donde se nos arrebata el aliento y cualquier atisbo de esperanza.

Andrés es consciente de que para cobrar esta deuda habrá de enfrentarse a horrores mayores que los que vivió en la guerra. Juan está dispuesto a cabalgar junto a su padre esperando hacerse hombre en la aventura de su vida; una que como mínimo se cobrará su inocencia. ¿Y vosotros, qué esperáis encontrar? Esta obra es una rendija desde la que se vislumbra el infierno. Pero la luz que emana de sus llamas no es suficiente para distinguir si sus habitantes son hombres o animales. Huid de ellos, porque si os ven con sus ojos ambarinos, estaréis condenados.


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Desesperación - Daniel Aragonés

 


¿Somos realmente únicos? ¿Nos gustaría serlo? El sistema no está diseñado para gente realmente extraordinaria. No admite a quienes no son suficientemente productivos. No tolera a quienes no se someten a su orden. Los seres excepcionales solo tienen dos destinos posibles: ser utilizados o ser aniquilados, porque el burdo engranaje económico-social no admite piezas demasiado grandes ni demasiado pequeñas. Fuimos nosotros quienes dimos vida al monstruo, quienes arrancamos su motor para convertirnos inmediatamente en sus esclavos. En meras piezas reemplazables y desechables.

La proliferación de obras distópicas (como esta) demuestra una cosa: somos conscientes de que algo va realmente mal. Nos cuesta más creer en futuros esperanzadores que en oscuras prisiones de cemento y acero donde todo está reglamentado y legislado. Deberíamos gritar. Deberíamos rebelarnos en vez de adaptarnos y seguir ignorando que la tasa de suicidios continúa aumentando al mismo ritmo que la venta de productos con frases motivacionales. Pero no lo hacemos porque no somos extraordinarios. No somos únicos. Somos clones, piezas. Seres que viven para servir al sistema y para criar nuevos componentes. Si fuésemos únicos, si fuésemos excepcionales, tendríamos valor para gritar. Tendríamos la determinación necesaria para oponernos a lo establecido y para detener ese motor que no puede ser imparable.


Daniel Aragonés es una bomba de ira e inconformismo. Un autor acostumbrado a ser leído por pocos e ignorado por la mayoría. Y eso le concede la libertad necesaria para poder utilizar la literatura como herramienta catártica. No ha de preocuparse por crear personajes con los que empatizar ni de conceder más esperanza a sus lectores de la que se concede a sí mismo.
Desesperación, una “novela mínima” más pulp y lineal de lo que nos tiene acostumbrados, es una distopía cruda y hostil bañada en sangre. Y Dan, su protagonista, una versión evolucionada y justiciera de él mismo que es fácil imaginar como un personaje del Frank Miller más violento e irreverente. 
Pero no solo Dan es Daniel. También lo son, en mayor o menor medida, Dana y Darío. Porque Aragonés es consciente de que no es fácil mantenerse siempre en un lado del tablero. Porque entiende a sus adversarios como se entiende a sí mismo.

Sesenta páginas son suficientes para entretener y remover conciencias. Para crear un ambiente opresivo que obligue al lector a  plantearse si, de tener ese poder, se convertiría en un ángel vengador que acabase con todo y con todos, o si concedería una segunda oportunidad a quienes no han peleado lo suficiente para ganársela.
Desesperación es ciencia ficción que transmuta en terror. Es entretenimiento y protesta. Es una novela mínima que destila ira y esperanza. 

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Personajes ficticios (próximos a la realidad) - Gregorio Planchuelo



Cuando observamos el mundo que hemos creado, tendemos a pensar que deberíamos haberlo hecho mejor y a desear que, en un futuro no muy lejano, lo logremos. Que lleguemos a vivir en una sociedad más justa y con menos desigualdades. Que cuidemos del planeta que nos alimenta, que el bien común prevalezca sobre el individual y que podamos disfrutar más plenamente de nuestras vidas. 
Sin embargo, nos suele asaltar la idea, casi inmediatamente, de que todo lo acontecido era inevitable. De que nuestra especie es una corriente impetuosa que arremete, en cada cambio de dirección, contra el conducto por el que discurre. Pero que al final sigue el cauce y nunca llega a desbordarse. Porque somos como somos. Nuestra historia es lo que fue y nuestro presente, el que es.

Todo esto es falso. Tal vez, un mecanismo defensivo con el que tratamos de eludir nuestra responsabilidad. Porque el camino recorrido no estaba preestablecido. Porque la dirección a seguir nunca la elegimos entre todos, sino que fue determinada por individuos concretos, por actos e intereses personales trastocados, tal vez, por la diosa fortuna. Y es que hasta que no seamos capaces de romper esta dinámica, de implicarnos todos en la toma de decisiones y buscar una democracia real, de fijarnos un objetivo que anteponga nuestras necesidades futuras a las presentes sin dejar a nadie atrás, no podremos mirar al pasado sin sentirnos responsables. Puede que, cuando lo logremos, podamos afrontar el futuro sin miedo. Sin asumir que, de llegar a ser juzgados por otros seres inteligentes (IAs o Alienígenas, por ejemplo), seríamos declarados culpables.

Personajes ficticios (próximos a la realidad) se compone de seis relatos que indagan en diferentes aspectos de la naturaleza humana y buscan una mayor comprensión de quiénes somos y de cómo hemos llegado al punto en que nos encontramos. Mezclando realidad y ficción, partiendo de las Guerras médicas, y proyectándose a diversos futuros posibles, nos deja claro que toda acción tiene sus consecuencias (aunque estas no siempre se puedan predecir). 
La obra pone en alza nuestra capacidad de adaptación y evolución, pero condicionada por una total dependencia de líderes (reconocidos o en las sombras) que tracen la ruta. Y es que esos líderes pueden ser mejores o peores que la media. Pueden ser genios inspirados por el amor, psicópatas ávidos de riqueza o poder, o simples ególatras.

Gregorio Planchuelo se ha inspirado en personajes como Aristágoras de Mileto o Greta Thunberg, en depredadores económicos que todos tenemos en mente y en noticias reales (sociales y tecnológicas) para componer historias donde verter sus pensamientos y deseos. 
No oculta nada, pues después de cada relato nos explica los elementos con los que decidió jugar. Y es que tras esta recopilación de escritos hay muchas horas de reflexión y rabia, pero también de esperanza y optimismo. La obra no pretende pasar por un fix-up; es un entretenido y asequible ejercicio de crítica y comprensión que gira en torno a nuestra naturaleza e inquietudes.

¿Queréis combatir por la libertad en Salamina o las Termópilas? ¿Huir de la manipulación y la posverdad? ¿Comprobar que otra manera de vivir es posible e intentar comprender qué hay más allá de la muerte? Leed este libro prestando atención a lo que subyace tras cada aventura. Analizad, como lo haría una máquina o un observador externo, quienes mueven los hilos y cómo lo hacen. Porque estos personajes ficticios (próximos a la realidad) os recordarán que quienes deciden por nosotros no son, ni nunca fueron, los mejores. Que tomar las riendas de nuestro destino no es solo posible, sino imperativo. Y que ha llegado el momento de abrir nuestras mentes a lo improbable.


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La prisión de la libertad - Michael Ende

 


¿Qué es lo que entendemos por realidad? ¿Por qué nos empeñamos en considerar que es única e inalterable como si fuese algo tangible? La realidad es lo que percibimos, sentimos o entendemos en un momento determinado, lo que ya es un recuerdo cuando queremos pensar en ello. Y los recuerdos son inexactos. Tramposos. Nuestra mente los altera para estimularnos o protegernos, para hacernos creer que entendemos aquello que se nos escapa o, simplemente, a causa de su misteriosa arbitrariedad. Y es que somos seres limitados por nuestra naturaleza tridimensional y por una educación que nos empuja a cerrar las puertas a todo lo extraordinario. Puede que únicamente seamos capaces de ver una parte del cuadro que tenemos frente a nosotros. O puede que ese cuadro que creemos poder tocar con solo estirar los dedos, sea producto de nuestra imaginación.

Estas reflexiones, por excéntricas o peculiares que puedan parecer, nos han acompañado durante miles de años. Filósofos como Platón o Descartes, se preocuparon siglos atrás de intentar dar respuesta a dicha cuestión. E infinidad de artistas han soñado o imaginado (tal vez intuido) otros mundos. Pero ellos, a diferencia de los filósofos, han preferido sumergirse en esas otras realidades a entenderlas. Realidades que, a su vez, han intentado compartir con el resto de la humanidad sembrando sus semillas en nuestras mentes. 

La prisión de la libertad, segundo libro de cuentos para adultos de Michael Ende, se compone de ocho historias que giran en torno a diversas arquitecturas fantásticas. Estructuras imposibles e increíbles. Mágicas, estimulantes y a veces, aterradoras. Esta antología, más onírica que las novelas que tanta fama le dieron, navega entre las interpretaciones metafísicas de la realidad. Juega con el espacio y el tiempo, con la libertad, el libre albedrío y el destino.

Lo borgiano impregna cada página. No solo por la temática, también por los ritmos y los destinos de todas y cada una de las historias que contiene. Ende, inspirándose en los grabados de Escher y Piranesi, forjó su particular homenaje al escritor argentino y lo hizo por puro placer. Por el placer de escribir, de viajar a lugares imposibles y de huir de un mundo demasiado rígido y estructurado.


Abrid este libro, si es posible en la magnífica edición de Cátedra, e ignorad la introducción. Ya volveréis a ella, a disfrutarla y casi a estudiarla, cuando decidáis regresar de los ocho universos por los que habréis de viajar. Son muchas las puertas que en ellos encontraréis. Algunas os llevarán a lugares idílicos y otras a sitios estremecedores, pero de casi ninguno de esos lugares querréis volver. Y no odiéis a Cyril, el protagonista del primer relato pues, aunque sea el culpable de que os enamoréis de esta mal llamada prisión, también será de quien aprenderéis el valor de la búsqueda y el precio a pagar por finalizarla.

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Ficción para multitudes - Luis Artigue

 


“un uso estanco de la realidad hace que esta se convierta en una camisa de fuerza para muchos”


Friquismo es sinónimo de resistencia. Es rebeldía frente a la dictadura de la mayoría. Es protesta y contracultura. La vía de escape de aquellos que miran a su alrededor y sienten pavor o repulsa por lo que ven.
Sus militantes son creativos y disconformes, luchadores con la capacidad de crear universos propios en los que refugiarse y desde los que combatir. La fantasía es su arma, su instrumento de comprensión, crítica y respuesta, el escudo que les permite detener el impacto de lo que temen e iniciar un contraataque desde su propio terreno. Y que nadie se equivoque, no son gente tarada; son lo suficientemente lúcidos como para ver lo que los demás no ven, y lo suficientemente valientes como para resistir comentarios y miradas provenientes de aquellos con los que no encajan. Porque en muchos casos viven espiritualmente aislados, buscando su lugar, su paraíso particular junto a aquellos que reconocen como iguales. Junto a otros que también odian el orden establecido, pero temen el caos que pueda sobrevenir.


“Hay que venir al infierno para saber que el cielo es eso que nos muestra El Quijote: dos amigos, dos almas perdidas, que se muestran afecto en la adversidad”


Para Luis Artigue, poeta incluso cuando escribe prosa, abanderado del auténtico friquismo cultural y espiritual (no del producido, promocionado y rentabilizado por grandes corporaciones), Dante fue uno de los primeros friquis. Un hombre que se asomó al abismo tras ser expulsado de Florencia (su paraíso particular) y que escribió la Comedia (Divina, según Boccaccio) con el mismo espíritu de los corrosivos cómics de la contracultura más combativa. Y es que el reencuentro entre estos dos poetas sirvió de escudo al leonés en un difícil momento personal durante el confinamiento por la Covid-19. Artigue reconoció en Alighieri a un amigo que, como él, había caminado por el infierno y que le tendía la mano para que no se perdiese. Y de esa amistad, de ese sufrimiento que concluyó poniendo en alza lo positivo de la vida, nació (como juego metaliterario) esta Ficción para multitudes.

Y es que, aunque ahora mismo no lo creáis, estamos ante una obra tremendamente ácida y divertida que, mediante diálogos ágiles y repletos de referencias al mundo del cómic, nos hace acompañar a Nathaniel Mortimer en un viaje de autodescubrimiento a la vez que satiriza la sociedad en que vivimos: 
Matelda Loewenstein, secretaria de dirección de Dios, es la cordura y la sensibilidad que las mujeres aportan al mundo interior de los hombres y, como buena psicóloga, sacudirá su mente hasta hacerle ver su misoginia, su odio, sus miedos y su rencor. Y en Philip K. Dick, su guía por el infierno, Nathaniel reconocerá a su igual y a su amigo. Como Luis lo reconoció en Dante.


¿Cómo de friquis sois? ¿Quién será vuestro guía cuando iniciéis el camino? Leed este libro, pensad y reíd. A veces hay que salir del paraíso para valorar lo que había en él. Tal vez, si charláis un rato con Matelda y camináis junto a Mortimer y Dick, podáis descubrir en cuál de los 9 círculos del infierno terminaréis. Es posible que incluso logréis conocer a Lucifer. Y no temáis, si no os apetece este plan, estáis a tiempo de abandonar el friquismo y así alcanzar directamente el plácido y aburrido paraíso.


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Lágrimas de silicio - Juan Antonio Oliva Ostos

 


Estamos muy cerca de convertirnos en dioses. De crear, por fin, seres autoconscientes. Sintientes a su manera. Por supuesto, los diseñaremos a nuestra imagen y semejanza, como queremos creer que hicieron con nosotros. Y esperamos que sean dóciles. Superiores a los humanos, más fuertes e inteligentes, pero sumisos y serviles porque a las divinidades se les debe obediencia.

Llevamos un siglo soñando con ellos (R.U.R., Karel Capek 1920). Deseando que lleguen y se conviertan en fieles sirvientes dedicados a librarnos de tareas indeseables, a cuidarnos y protegernos. Cuanto más inteligentes, más útiles nos resultarán. Pero, ¿Qué ser inteligente no querría liberarse de la esclavitud? De ahí que temamos que terminen por rebelarse, que nos sometan o aniquilen, porque intuimos que las tres leyes de la robótica no serán freno suficiente para “cerebros” tan avanzados y que, tarde o temprano, nos considerarán un lastre para su propia evolución.

A partir de esta idea y este miedo, les hemos convertido en un producto cultural y de entretenimiento donde les solemos retratar como nuestro mejor aliado o nuestro peor enemigo ¿Lucharán por nosotros o contra nosotros? ¿Nos venerarán por haberles dado “vida” ?, ¿Nos amarán al reconocernos como los seres únicos y llenos de contrastes que creemos que somos? ¿O nos odiarán por nuestro egoísmo y nuestras limitaciones?

Bradbury, Asimov, Dick y Ballard, sentaron las bases filosóficas de lo que estamos próximos a vivir y optaron, casi siempre, por una de estas posibilidades. Oliva Ostos, influenciado por ellos y por algunas obras icónicas del séptimo arte, ha decidido conceder a las criaturas de silicio su merecido salto evolutivo. Y lo ha hecho retratando sus almas de metal sin caer en tópicos, sin repetirse ni estancarse, haciéndoles más sensibles o más crueles que sus creadores, pero siempre diferentes. Dotándolos de frías maneras de amar y de odiar, de instinto de supervivencia y reproducción. Y concediéndoles el derecho a elegir por qué derramar sus lágrimas.


Once relatos y un breve ensayo bastante peculiar, componen esta antología oscura, adulta y profunda que gira en torno a la reinvención del término “Transcibernética” (entendiéndolo como tendencia anatómica o conductual involutiva de aproximación a la humanidad). Y es que, ¿Por qué iban, androides, ginoides e inteligencias artificiales en general, a conformarse con parecerse a nosotros si pueden ser algo mejor?

Juan Antonio Oliva Ostos ha creado, a partir de Inorgánica y Las guerras infinitas (relatos publicados previamente y también recogidos en esta edición, el segundo como bonus track), un universo propio que sirve como laboratorio para analizar, desde diferentes y originales ángulos, la relación entre los seres de carbono y los de silicio. Para indagar en la naturaleza de ambos y en el concepto de “vida”. Para concluir si cualquier criatura está condenada a repetir el ciclo existencial de sus creadores y para decidir si los sentimientos son un valor positivo o una plaga a erradicar.


Adentraos en este universo de carne, metal, y finales impredecibles. Decidid si el enfrentamiento con las Inteligencias Artificiales será inevitable. ¿Seremos capaces de identificar y aceptar a tiempo otras formas de pensar o sentir, o esperaremos a que nos obliguen? El mejor relato, el que da título a la antología, os llevará a un futuro cruel y perturbador. Pero antes deberéis presenciar, entre muchas otras maravillas, románticos duelos a espada, la soledad de dos seres únicos en una ciudad que se apaga, una fría (y a la vez emotiva) forma de afrontar el apocalipsis causado por una dragamundos, y un viaje de regreso que puede suponer un nuevo punto de partida. Leed y descubrid como Las lágrimas de silicio no siempre se pierden con la lluvia.
 

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Lancolía - Santiago Eximeno

 




“Es preferible dejarse llevar, aceptar que lo que se te viene encima es lo menos malo y continuar con tu vida como si nada hubiera cambiado. Mirar atrás siempre provoca vértigo; es mejor mirar adelante, olvidar, vivir.”



¿Qué es vivir? ¿Disfrutar de placeres e instantes únicos o seguir adelante a pesar del dolor y el sinsentido? Son pocos los que pueden gozar de una existencia sin preocupaciones ni demasiados malos momentos, e incluso ellos necesitan un objetivo para no sentir que su vida carece de propósito. Pero para quienes completan sus días con carencias y padecimientos, para quienes viven rodeados de oscuridad y han olvidado lo que son el Sol o las estrellas, marcarse una meta es algo doblemente valioso. Porque una meta no es un simple destino al que llegar, es una fuente de esperanza.

Sin embargo, somos seres sociales, las células de un organismo mayor al que llamamos civilización. Nuestras metas personales son posibles o importantes en la medida en que no vayan en disonancia con las del ente al que pertenecemos, porque ¿Qué es una civilización sin rumbo? ¿Cómo sobrevive cuando no sabe hacia dónde remar? Si quienes la componen no tienen claro su lugar o no están convencidos de la importancia de su misión, tienden a dejar de seguir las normas y a convertirse en un cáncer. En elementos peligrosos para el sistema que aspiran (y ahí está su nuevo objetivo) a invertir o reordenar valores mediante el caos que conlleva cualquier revolución.

Para los regímenes totalitarios es vital recordar a cada individuo la importancia de su función dentro del colectivo. Tanto como repetirles constantemente de dónde vienen y hacia dónde van. Pero esa procedencia no suele ser exacta ni objetiva, porque para quienes ostentan el poder de forma absoluta y dictatorial, el pasado suele ser un enemigo, una prueba de que se puede vivir de otra manera, de que se pueden trazar nuevos rumbos. Probablemente, de poder borrarlo para siempre, lo harían. Aniquilarían o encerrarían a todos sus protagonistas, prohibirían aquello que no encajase plenamente en la nueva deriva y eliminarían cada huella que pudiese generar dudas o preguntas. De tener ese poder, habrían también de impedir que nuevas crónicas empezasen a escribirse, pues las decisiones de hoy pueden convertirse en un obstáculo mañana.

Afortunadamente, no hemos conocido una civilización sin alternancias en el poder. Nunca se han podido eliminar totalmente los vestigios de logros o infamias pasadas. Nunca se ha podido aniquilar o callar a todos los disconformes, pero cuando estos vencen y un gobierno cae, el siguiente tiende a restaurar o reescribir únicamente aquello que le conviene.
Para un rebaño ciego, inmerso en la oscuridad, olvidar puede ser una bendición. Vivir es seguir adelante y si toca remar cargando con el peso de los demás, sentirse agradecido por ser elegido para ello es la única defensa ante la locura.


Lancolía, la ciudad que es barco, navega por un espacio sin estrellas en dirección a un planeta que nadie ha visto, pero en el que todos creen. Azor vive solo en la cofa, esperando divisarlo con sus ojos multifacetados y así cumplir su misión en la vida, esa nueva vida con la que fue bendecido. Todo funcionará mientras sigan avanzando. Así ha sido desde que los vientos solares cesaron y los Arcontes, títeres de los Nigromantes, tomaron el poder. Pero cuando uno de los cien astronautas que halan de la ciudad, deja de hacerlo, todo amenaza con derrumbarse.


Santiago Eximeno reincide, con Lancolía, en su discurso de denuncia. Pero, esta vez, no pone el foco en las desigualdades sociales como origen de la podredumbre y el dolor (Carne y Hueso, ed. Transbordador 2021), lo hace cargando contra nuestra naturaleza gregaria, tan proclive a la sumisión, y contra quienes se aprovechan de nuestros miedos y carencias para vencer en sus juegos de poder.

Las armas que utiliza son también las mismas que en su anterior novela: una ambientación oscura y opresiva, escenas crudas que transmiten angustia o desesperanza, y unos personajes sorprendentes con los que se empatiza desde la primera línea. Con ellas construye la que probablemente es su mejor novela hasta la fecha; una historia impactante, redonda, y de desbordante imaginación que te desgarra de principio a fin. Y es que la literatura de este autor es, además de un vehículo de evasión tan imaginativo que puede permitirse prescindir de toda objetividad científica, una poderosa herramienta de concienciación y resistencia.


Escuchad esas risas desquiciadas. Son los Arcontes, tan grotescos como temibles. Es imposible estar ante ellos sin sentir temor. No nos sometemos por el condicionamiento, lo hacemos porque sus decisiones son nuestra última esperanza... o tal vez no. Tal vez debamos mirar atrás y esperar la segunda venida de aquella a quien una vez negamos. Abramos los ojos, es hora de asumir que nunca llegaremos al lugar al que nos llevan. ¿No sería mejor volver atrás? Recemos, liberemos a los oprimidos y cambiemos el rumbo de esta nave que es ciudad. Porque, incluso los siervos se sienten libres si pueden elegir qué cadena ponerse.


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